¿Cómo sectores y clases reducidos hoy a nada, en su condición de miseria y explotación, pueden aspirar y lograr devenir transformación, y asumir el Estado como reserva aparente del orden? Este es precisamente la cuestión irresoluta de la emancipación desde la sumisión y la alienación. Un misterio que encuentra su respuesta en la oposición política y la confrontación por la desigualdad entre clases, porque, siguiendo a Poulantzas y Gramsci, sólo la lucha puede quebrar el círculo vicioso [1].
La despolitización de la sociedad colombiana
A diario nos bombardean con mensajes para crear un escenario de incertidumbre entre la gente, un escenario donde estamos solos, fragmentados y vemos como nos roban la esperanza. Es como si los medios de comunicación en Colombia tuvieran la función explícita de llevarnos al camino de la desilusión política y al abstencionismo electoral de la sociedad, nos están mostrando continuamente que la realidad no se puede cambiar y que solo somos espectadores y no ciudadanos con derechos. Los medios de comunicación limitan nuestro pensamiento para hacer el camino más fácil a los poderes económicos.
El mensaje de « la política es corrupta y no se puede cambiar »
Aceptar sin incomodar
Todos los días vemos y leemos noticias donde nos dejan la idea que el ladrón de cuello blanco es un empresario que se equivocó, que cayó en desgracia y por ello merece un trato preferencial. Y/o que el político corrupto es intocable, es inalcanzable y como la política está llena de oportunistas (lagartos) pues hay que aceptar que las personas del común se vendan por un contrato o un aval para representar a su comunidad y crear su propia empresa electoral; el honesto parece no tener opciones, nos muestran que los políticos hacen lo que quieren sin que la justicia pueda actuar porque también está permeada. Tampoco funcionan los entes de control porque son escogidos a dedo por los mismos poderes y no falta un publireportaje en los medios hegemónicos donde estos personajes resultan siendo perseguidos políticos.
También nos muestran como las protestas incomodan a una sociedad que le gusta trabajar y trabajar, y son los « vagos » los que promueve ese tipo de actos porque protestar se ve mal, es de personas conflictivas y de extremos.
Es así como infantilizan a una sociedad que está cansada de la injusticia y las marchas se vuelven inservibles porque se despolitiza su esencia, se hacen « sin violencia », con alegría y performance. Porque importa más la forma, hay que reclamar con cartelitos y en voz baja, nos dicen que si tenemos que exigir algo lo hagamos en las urnas. Sí, en las urnas, ¿pero con un sistema electoral diseñado para favorecer a las empresas politiqueras que históricamente han impuesto a sus candidatos y nunca a las personas que tienen liderazgos en sus comunidades?.
Resignación y lo apolítico
Por esa vía es como la ciudadanía en general empieza a resignarse, empieza a ser apática a la política, se vuelve indiferente con lo que sucede en su entorno, banaliza los temas de interés porque cree que su injerencia sobre ellos es nula, por esto no son casualidad los altos índices de abstención en elecciones presidenciales y regionales. Al ciudadano del común le interesan sus temas personales inmediatos, sus necesidades porque esperar cambios en gobiernos no es una opción y mucho menos espera tener una institucionalidad que le garantice sus derechos.
Según la encuesta de cultura política DANE de 2019, la participación de los ciudadanos en grupos u organizaciones es muy baja, solo el 23,3% de los colombianos mayores de 18 años participan en ellas. Y la gran mayoría se refiere a actividades religiosas, la participación en grupos u organizaciones políticas es aún más bajo. En esta misma encuesta se obtiene un sorprendente “oír hablar” de los mecanismos de participación ciudadana que poco son utilizados en la realidad y que refleja resultados que distan mucho del conocimiento y apropiación de estos mecanismos.
Estadísticas para ilustrar
Personas mayores de 18 años que pertenecen a un grupo u organización en Colombia
Porcentaje de personas de 18 años y más, que pertenecen a un grupo, organización o instancia, por sexo. Total nacional, cabeceras municipales, centros poblados y rural disperso 2019.
Desagregado de participación de los colombianos en grupos y organizaciones
Porcentaje de personas de 18 años y más, según pertenencia a grupos, organizaciones o instancias, por sexo. Total nacional, cabeceras municipales, centros poblados y rural disperso 2019.
Colombianos que han oído hablar de mecanismos de participación ciudadana
Porcentaje de personas de 18 años y más, que conocen o han oído hablar de los mecanismos de participación ciudadana, por sexo Total nacional.
De acuerdo con la Encuesta de Cultura Política DANE (2019)[2], la sociedad colombiana tiene un alto nivel de abstencionismo, en 2018 el 51.4% de los colombianos no votó porque los candidatos no cumplen lo que prometen y por el desinterés que les genera la política o porque consideran poco confiable el sistema electoral. Por desinterés se presentaron los porcentajes más altos en la región Pacífica (52,1%), en Bogotá (44,5%) y en la región Central (41,7%).
El fenómeno de los políticos alternativos profundiza la incertidumbre
Otro fenómeno que es necesario resaltar es el de los autodenominados alternativos, vendedores de ilusiones pero que en esencia son el mismo neoliberalismo. Su discurso es elaborado por el marketing (ambientalismo, animalismo, feminismo, etc) pero no pretenden elaborar cambios de fondo sino ser una marca para captar los votos de desinformados y desinteresados que no se toman el tiempo de revisar y entender las propuestas. Los alternativos no son más que la buena forma para decir las cosas pero no tienen programas para hacer los cambios estructurales que la sociedad necesita.
Si bien pueden ganar inicialmente y generar entre las personas una sensación de cambio, al gobernar demuestran su verdadero actuar y rompen aún más la ilusión de los votantes. Un claro ejemplo de ese actuar ha sido Claudia López y su gobierno local en Bogotá .
Así como los congresistas alternativos de las bancadas del Partido Verde, cada vez màs cercanos al gobierno nacional, con una agenda neoliberal, con proyectos que van en contravía del marketing que los posiciona, sin ambientalismo, ni animalismo, ni militantismo, o sea, sin nada. O los de la Colombia Humana (Decentes), estos últimos han llegado hasta las confrontaciones con el ciudadano de a pie por las redes sociales, infantilizando la crítica ciudadana y llevándola al insulto personal.
Los representantes políticos están para servir a la ciudadanía
El colombiano debe entender que las personas elegidas por voto popular están para trabajar por y para todos los ciudadanos. Debemos dejar de aplaudirlos por debates de control político que no van más allá de transmisiones en vivo y publicaciones en redes de algunos contenidos, estos debates deben estar a acompañados de las respectivas denuncias formales ante los entes de control y la justicia colombiana. Lo demás son solo piezas publicitarias para mantener su caudal político.
Por otro lado, el ciudadano tiene derecho a interpelar, a pedir cuentas, a exigir la defensa de sus derecho a los representantes políticos.
Reflexiones
Por lo anterior, urge que el ciudadano de a pie:
- Se empodere, se sienta importante para el cambio.
- Exija a los políticos un trabajo serio y que cumplan con sus funciones, como el control político.
- Perderle el miedo a los políticos, ellos se deben a nosotros y no lo contrario.
- Es urgente que se politice porque todo en esta sociedad es un acto político y no se reduce a pertenecer a un partido o seguir a un líder como muchos piensan, ni tampoco actuar como barrista y bravear al que piensa diferente.
Politizar, actuar, construir
Porque hay que construir un país más justo para todos, transformar nuestro entorno, apropiarnos realmente del papel de ciudadanos. Es nuestro deber ser la voz de las personas de las regiones, abrir caminos para que todos tengamos las mismas oportunidades. El cambio lo hacemos entre todos y lo construimos solo trabajando en comunidad, debemos superar esa fragmentación en la que nos ha sumido el modelo económico y los poderes dominantes. Es importante politizar a los abstencionistas y hacerles comprender que la desilusión que los acompaña no es producto de la espontaneidad sino de los procesos históricos del país.
Ante todo, es entender que solo los programas de partidos políticos con visión de cambio genuino pueden abrir escenarios reales de participación, la inclusión de necesidades generales que mejoren sus condiciones y brinden bienestar. Es ir más allá de los personalismos y del clientelismo, se requiere un grupo de personas comprometidas con la transformación desde sus entornos y con articulación nacional. El camino no es fácil porque ni siquiera existe, por eso hay que abrir espacios, labrar un rumbo, arrancar de ceros puesto que, el cambio es ahora.
Un revolucionario necesita desplegar su energía en todos los sentidos. Esto requiere tiempo; debemos estar siempre en primera línea, porque somos los artífices destinados por la fuerza de la historia, para destruir el viejo mundo y crear la nueva vida. Si nos quedamos atrás, si sucumbimos a la fatiga o al atractivo de la inmediata facilidad de una pequeña conquista, obramos mal, es casi una traición. No hay nadie a cuyo paso podamos marchar sin alterar nuestra fe, y no debemos olvidar jamás que nuestra tarea no consiste en pequeñas conquistas, sino en la victoria total.
Fragmento de « La madre » de Maximo Gorki, 1907
Citas
[1] Y. Rodríguez Rincón. Lo político y la política. Un diálogo de Nicos Poulanttzas con Antonio Gramsci. Ciencia Política N°8, julio-diciembre 2009 ISSN 1909-230x/pág s. 38-52.
[2] DANE, Boletín Técnico Encuesta de Cultura Política (ECP), Bogotá, noviembre 8, 2019
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