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Imperialismo ecológico: cómo el Norte impone su modelo al Sur Global

Para frenar la injerencia extranjera en los países en desarrollo, es crucial estudiar y combatir el neocolonialismo, que adopta formas sutiles y diversas. Este no actúa solo en lo económico, sino también en lo político, religioso, ideológico y cultural. Aunque las potencias aparentan conceder independencia y ofrecer ayuda, en realidad usan nuevos métodos para seguir controlando y explotando a las excolonias, ahora sin necesidad de dominación directa. »Nkrumah, Kwame. Neocolonialismo: el último estadio del imperialismo, 1965 [1].

En las últimas décadas, la crisis ambiental global ha ganado protagonismo en la agenda internacional. Pero las soluciones propuestas desde el Norte no son neutrales: muchas reproducen antiguas formas de dominación bajo un lenguaje “verde”.

Lenguaje verde Fuente: www.wrm.org.uy

Colonialismo reconfigurado: nuevas formas de saqueo y dominación global

Históricamente, el colonialismo implicaba el control territorial directo; hoy, el imperialismo opera sin colonias formales, usando tratados, deuda, tecnologías y discursos globales para mantener el saqueo y la subordinación. Esta lógica se actualiza en lo que diversos autores llaman imperialismo verde y colonialismo verde: estrategias que, bajo la bandera de la sostenibilidad, perpetúan desigualdades estructurales.

  • Colonialismo verde: Impone políticas ambientales que despojan a comunidades del Sur en nombre de la conservación (como parques sin consulta, reforestaciones lucrativas, y prohibición de prácticas tradicionales).
  • Imperialismo verde: Define el marco global que permite este despojo, a través de mercados de carbono, acuerdos asimétricos y tecnologías “limpias” que generan dependencia.

Así, medidas como la Reducción de Emisiones por Degradación y Deforestación REDD+ convierten bosques en sumideros de carbono sin garantizar justicia ambiental ni soberanía territorial. Como advertía Nkrumah, el neocolonialismo ya no necesita ejércitos; y como denuncia Guillaume Blanc:

“Cuanto más destruimos la naturaleza en Occidente, más intentamos salvarla en África […]. Convertimos territorios en parques, excluimos a las personas. Esta visión occidental causa desplazamientos forzados, violencia e incluso asesinatos.” Guillaume Blanc, La invención del colonialismo verde , 2020 [2]

Imperialismo verde: cuando la sostenibilidad se convierte en dominación

Hoy, la retórica ambiental no protege la naturaleza: protege los intereses de quienes deciden sobre ella. En lugar de un nuevo paradigma, el “imperialismo verde” camufla las lógicas del saqueo con el lenguaje de la sostenibilidad.

La cara verde del imperialismo
Fuente: Grain.com


Colonialismo mutado: de la cruz y la espada al discurso climático

1. Del mito civilizatorio a la hegemonía verde

Durante la era colonial, América Latina fue conquistada en nombre de la evangelización, el progreso y la civilización. Hoy, ese impulso reaparece transformado: ya no con cruz y espada, sino con paneles solares, bonos de carbono y tecnologías “verdes” promovidas desde el Norte Global. Esta nueva forma de dominación se disfraza de transición ecológica, pero muchas veces reproduce antiguas desigualdades bajo discursos de sostenibilidad.

Como dice Pedregal (2023):

« El imperialismo aspira a un equilibrio entre coerción y consenso que le permita naturalizar su dominio en todos los ámbitos de la vida social, haciendo que la extracción y captura de valor se asuma como sentido común […] acuerdos que se aplican al compás del dominio de unos países sobre otros, fortaleciendo un determinado dominio cultural y debilitando el potencial de soberanía en un campo tan determinante como, por ejemplo, la concepción social de lo moral”.[3].

2. La sostenibilidad como narrativa de poder

La sostenibilidad no siempre significa proteger la vida, sino justificar nuevas formas de control. En nombre de la transición energética, se imponen megaproyectos, monocultivos para biocombustibles y minería “verde” sin consulta ni reparación. La fuerza ha sido reemplazada por el consenso: manuales, créditos verdes y marcos técnicos dictan cómo deben vivir y producir los pueblos del Sur.

Fuente: reporteminero.cl

Entre lo ecológico y lo epistémico

Pero esta reconfiguración colonial no se limita a lo económico, lo ecológico o lo financiero. También opera en el plano del saber. Así como antes se impuso una religión, hoy se impone una epistemología: lo que se define como “conocimiento válido” sigue estando determinado por estructuras de poder global. Esta nueva fase del colonialismo —más sofisticada y menos visible— se manifiesta también en quién tiene el derecho de nombrar, clasificar y decidir qué saberes importan. En este marco se inserta una forma más sutil pero igual de violenta: el neocolonialismo científico.

Colonialismo científico: cuando el saber también coloniza

El imperialismo contemporáneo no solo domina territorios o economías: también coloniza el saber. La ciencia que se impone como universal responde a una epistemología construida desde Europa, que margina los conocimientos ancestrales, campesinos y comunitarios, en nombre de una objetividad funcional al capital. Como escriben Santos y Meneses:

« El colonialismo, además de todas las dominaciones por las que es conocido, también ha sido una dominación epistemológica, una relación extremadamente desigual entre saberes que ha conducido a la supresión de muchas formas de saber propias de los pueblos y naciones colonizados, relegando muchos otros a un espacio de subalternidad » [4].

Defender los saberes del Sur no es ser anticiencia, sino rechazar su monopolio colonial. Las universidades y centros del Norte global siguen imponiendo qué se considera conocimiento válido, mientras extraen datos, biodiversidad y experiencias sin retribución ni reconocimiento. Es el viejo extractivismo, ahora en clave epistémica. El Sur vuelve a pagar el precio, como ocurre con el extractivismo: un ejemplo es la minería del litio, que sacrifica territorios y saberes en nombre de una transición verde que no es justa.

La llamada transición ecológica ha desatado una nueva guerra por los recursos, donde quienes pierden son las comunidades que habitan y cuidan estos territorios.

Del extractivismo epistémico al despojo ambiental

El control del conocimiento es también una forma de extractivismo. Bajo la “transición ecológica”, el capitalismo verde vuelve a fijarse en los territorios del Sur Global, reproduciendo lógicas coloniales con nuevos discursos como sostenibilidad y descarbonización. Así, líderes como Nayib Bukele en El Salvador legitiman la reactivación de minería, incluso donde antes estaba prohibida por sus impactos sociales y ambientales.

Diversos autores críticos han advertido sobre este fenómeno. Eduardo Gudynas (2011)[5] lo define como extractivismo verde: un modelo que, bajo una retórica ecológica, mantiene la lógica de acumulación a través de la apropiación intensiva de recursos naturales, territorios y saberes locales. Maristella Svampa (2019)[6], por su parte, caracteriza esta fase como una actualización del patrón de despojo, en el que se combina el discurso de la transición energética con nuevas formas de subordinación territorial y epistémica.

Así, bajo la promesa de una economía limpia, se intensifica la extracción de minerales críticos como el litio, generando violaciones de derechos humanos y daños ambientales. Aunque se habla de innovación y sostenibilidad, se reproduce la misma lógica de siempre: extractivismo, despojo y subordinación.

Minerales estratégicos y colonialismo verde

Un caso emblemático de esta nueva geopolítica del despojo es el llamado « triángulo del litio », conformado por Bolivia, Argentina y Chile quienes concentran el 55 % de las reservas globales de este mineral estratégico denominado el « oro blanco » es clave para la fabricación de baterías eléctricas y tecnologías “limpias”. En plena fiebre por la transición energética, la región se ha convertido en un territorio altamente codiciado, no solo por su riqueza geológica, sino por su aparente disponibilidad territorial y política, generando fuertes impactos ambientales , conflictos sociales , violaciones a los derechos de consulta indígena y una alarmante presión hídrica sobre ecosistemas frágiles.

Más allá del daño ecológico, el triángulo del litio —Bolivia, Argentina y Chile— se ha convertido en un escenario clave de disputa geopolítica. En nombre de la transición energética, potencias y corporaciones transnacionales compiten por controlar este recurso estratégico, consolidando una nueva forma de extractivismo que subordina nuevamente al Sur a las necesidades industriales del Norte.

“La extracción de litio es una amenaza para los salares en Sudamérica —que son humedales andinos—, compromete la disponibilidad local de agua y pone en riesgo la supervivencia de las comunidades y especies que habitan en torno a esos frágiles ecosistemas” Mayela Sanchez, 2024[7].

Salar de Atacama (Chile)
Empresas como SQM y Albemarle operan mediante la evaporación de salmueras, lo que ha reducido drásticamente los niveles de agua subterránea. Comunidades atacameñas denuncian la pérdida de humedales, la degradación ambiental y la afectación directa a sus modos de vida tradicionales.

Fuente:es. mongabay.com

Salar del Hombre Muerto (Argentina)
En la provincia de Catamarca, la minera Livent extrae litio intensivamente en una región árida. Las comunidades diaguitas reclaman la falta de consulta previa y los impactos severos en el acceso al agua potable. Un humedal sacrificado.

Fuente: storymaps.arcgis.com

Salar de Ayuni (Bolivia)

El oro blanco que seca la tierra: El impacto del litio en las comunidades del salar de Uyuni. El gobierno boliviano ya firmó contratos con un consorcio chino y una empresa rusa para separar y extraer el mineral, pero lo hizo sin consultar a las comunidades indígenas y campesinas que están alrededor de los salares, sin aprobar estudios ambientales y sin brindar transparencia.

Fuente: noticiasambientales.com

Hacia un marxismo descolonial: resistencias desde el Sur Global

SAunque el marxismo surgió en el contexto europeo industrial, sus herramientas siguen siendo útiles para entender el despojo en el Sur Global, siempre que se articulen con saberes y luchas propias.

La acumulación por despojo, concepto marxista, es hoy el centro de la dominación neocolonial e imperialista. Pero una lectura descolonial del marxismo implica:

  • Integrar la lucha ecológica y territorial, no solo la obrera
  • Valorar los saberes indígenas, afrodescendientes y campesinos como fuentes de pensamiento y acción anticapitalista.
  • Cuestionar tanto la propiedad privada como la academia eurocentrista.
  • Reconocer que el capitalismo verde es una nueva fase del saqueo global.
  • Denunciar que muchas “soluciones climáticas” perpetúan el colonialismo bajo otros nombres.

¿Qué resistencias se gestan desde abajo?

Pese a la urgencia del momento, las resistencias aún están fragmentadas. La falta de articulación dificulta una respuesta colectiva y transformadora. Mientras muchos gobiernos del Sur aplauden el “progreso” basado en la explotación de recursos, sin calcular sus costos sociales y ecológicos, diversas iniciativas emergen desde las bases: comunidades indígenas, campesinas, estudiantiles y ambientalistas intentan levantar propuestas alternativas.

La lucha de los pueblos Fuente: viacampesina.org

Sin embargo, no basta con resistir el saqueo. Es necesario construir otro horizonte de vida, donde:

  • El territorio no sea mercancía.
  • La ciencia no esté al servicio del lucro.
  • El desarrollo se mida en bienestar colectivo, no en PIB.

Las resistencias deben nacer de la conciencia social y ecológica, no del ego ni de la búsqueda de figuración. No están para disputar cargos en la democracia liberal, sino para cuestionar sus límites, y forjar proyectos emancipadores desde abajo.

Conclusión: descolonizar el pensamiento, defender el territorio

“La colonización no solo destruye culturas, sino que impone su lógica como única forma de ver el mundo, deslegitimando saberes, prácticas y formas de vida no occidentales.”Silvia Rivera Cusicanqui, Ch’ixinakax utxiwa [8].

Lo que enfrentamos no es solo una crisis climática. Es una crisis civilizatoria, que cuestiona el modelo de desarrollo impuesto desde el Norte y nos interpela sobre nuestra identidad como pueblos del Sur.

El colonialismo no ha desaparecido. Se ha metamorfoseado. Habita hoy en los tratados de libre comercio, en los programas de desarrollo sostenible, en la filantropía neoliberal, en la ciencia corporativa y en discursos de progreso que encubren el despojo.

Enfrentarlo requiere descolonizar el pensamiento, recuperar nuestras memorias colectivas, revalorizar nuestros saberes y defender los territorios como espacios de vida, no de explotación.

El saqueo Fuente: El Pais

CITAS

[1] Nkrumah, Kwame. Neocolonialismo: el último estadio del imperialismo. Siglo Editores S.A, 1965

[2] Guillaume Blanc, La invención del colonialismo verde. Flammarion, 2020

[3]Alejandro Pedregal y Nemanja Lukić. Del Imperialismo al Imperialismo Verde:
Herramientas del Análisis de Sistemas-Mundo Ante la Gran Crisis Ecosocial. Ensayos sobre democracia y capitalismo, 2023

[4] Boaventura de Sousa Santos, Maria Paula Meneses. Epistemologías del Sur, Perspectivas. 2014

[5] Gudynas, E. Extracciones, extractivismos y extrahecciones: Un marco conceptual sobre la apropiación de recursos naturales. Observatorio del Desarrollo Nº 18, CLAES. 2013

[6] Svampa, M., & Viale, E. (2020). El colapso ecológico ya llegó: Una brújula para salir del (mal) desarrollo. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. 2020

[7] Mayela Sanchez. Litio: ¿Qué es, de dónde se obtiene y qué implica su extracción? se obtiene y qué implica su extracción?. Mayo, 2024

[8] Silvia Rivera Cusicanqui Sociología de la imagen: miradas ch’ixi desde la historia andina. Buenos Aires: Tinta Limón Ediciones, 2015