
En la primera parte compartimos algunas claves conceptuales sobre la lucha de clases y cómo el capitalismo contemporáneo debilita los lazos políticos y colectivos. Ahora, nos centramos en tres estrategias ideológicas que sostienen esa despolitización: el anticomunismo, que deslegitima la organización y la acción colectiva; el bienestar individualizado, que promueve la competencia y el aislamiento; y la religión divisoria, que fragmenta a la población en grupos enfrentados.
Ya no se promueve la acción, sino el rendimiento. Ya no se promueve la obediencia, sino el proyecto. Ya no se obedece órdenes, sino que se trabaja por proyectos. El sujeto de rendimiento se explota a sí mismo y cree que se está realizando.”
— Byung-Chul Han. La sociedad del cansancio [1]
De la obediencia al rendimiento: el poder que seduce
El pensamiento de Byung-Chul Han sintetiza el núcleo del problema: el poder actual no se impone únicamente por la fuerza, sino también por seducción. Promueve el rendimiento, el consumo y la responsabilidad individual como formas de libertad. Así, la autoexplotación reemplaza la acción colectiva, y la crítica se disuelve en la productividad.
De la autoexplotación al chivo expiatorio
Incluso la noción de enemigo ha sido redefinida. Como señala Han, “la sociedad del rendimiento es una sociedad sin enemigo”, porque la lucha se desplaza al interior del sujeto. El fracaso se convierte en culpa individual, y los vínculos colectivos se desactivan.
Sin embargo, esto no significa que el sistema haya dejado de fabricar enemigos. Por el contrario, produce figuras funcionales —el comunista, el migrante, el musulmán, el “woke”— que no buscan movilizar políticamente, sino canalizar el malestar social hacia chivos expiatorios. Son enemigos diseñados para sembrar miedo, justificar el control y mantener dividida a la población.
La doble moral del neoliberalismo: libertad sin poder
El neoliberalismo ha producido una racionalidad que socava la democracia al tiempo que la invoca, y que desmantela la sociedad mientras proclama libertad.”
— Wendy Brown, En las ruinas del neoliberalismo [2]
Este doble movimiento —despolitizar mientras se proclama libertad— ha sido clave para consolidar el capitalismo neoliberal como un orden natural. Brown sostiene que el neoliberalismo no solo reorganizó la economía, sino que modificó la subjetividad y la moral, desplazando la política hacia lo privado y lo emocional.
Esto preparó el terreno para una deriva autoritaria que combina mercado libre con valores ultraconservadores. En sus palabras, este proceso ha producido un neoliberalismo “Frankenstein”: no porque sus creadores lo planearan así, sino porque sus efectos desbordaron sus propias lógicas. El resentimiento, la pérdida de comunidad, el miedo y la sensación de abandono se convierten en caldo de cultivo para el racismo, el nacionalismo y la religión conservadora.
Estos dispositivos no operan por separado, sino que se entrelazan en el lenguaje, las emociones y los cuerpos. Comprender cómo confluyen el anticomunismo, el bienestar individualizado y la religión emocional es clave para entender cómo el orden capitalista se reproduce incluso en crisis profundas, al impedir imaginar alternativas reales, vaciar el sentido de lo común y transformar la lucha de clases en una guerra entre pobres.
Herramientas ideológicas para mantener la división social
Para comprender mejor estas dinámicas, es útil detenerse en algunas herramientas ideológicas clave que refuerzan la división social y limitan la acción colectiva.
1. Anticomunismo: el enemigo inventado
El anticomunismo no fue simplemente una postura ideológica más en el espectro político, sino un dispositivo central en la construcción del orden capitalista del siglo XX. Más que atacar ideas concretas del marxismo o del socialismo, el anticomunismo sirvió para deslegitimar cualquier forma de disidencia que amenazara los privilegios del poder. Bajo su sombra, toda lucha por la justicia social, la igualdad o la emancipación fue rápidamente tachada de subversiva o peligrosa.

a) Doctrina del enemigo interno y su uso militar
La llamada “doctrina del enemigo interno” es una estrategia político-militar que ubica la amenaza principal no en un enemigo exterior, sino en los propios sectores sociales internos que cuestionan el orden vigente: movimientos obreros, sindicatos, estudiantes, pueblos indígenas, comunidades racializadas o partidos de izquierda. Esta doctrina, enseñada en academias militares como la tristemente célebre Escuela de las Américas, sirvió para justificar el uso de la fuerza estatal contra la propia ciudadanía, y fue aplicada sistemáticamente por dictaduras en América Latina, pero también por gobiernos « democráticos » en momentos de crisis.

¿Escuela de las Américas o Escuela de Violadores de Derechos Humanos? : « La Escuela de las Américas (SOA) fue creada por los EE. UU. en 1946 en una de sus bases militares en Panamá. Según sus creadores, el objetivo fundamental de la SOA fue profesionalizar a las Fuerzas Armadas de los países de América Latina. Sin embargo, el verdadero propósito de Washington fue reasegurar su dominio en ese subcontinente, por medio de la indoctrinación anticomunista de dichas Fuerzas Armadas, complementada con entrenamiento en brutalidad militar » Rafael Romero [3]
Asi, el anticomunismo se consolidó como una poderosa herramienta ideológica orientada a moldear la opinión pública y frenar cualquier impulso emancipador.
b) De la paranoia al aparato represivo
Desde los inicios del siglo XX, especialmente tras la Revolución Rusa, el comunismo fue convertido en el blanco predilecto de campañas de odio, represión y propaganda. En distintos países —desde la Italia fascista hasta las dictaduras militares latinoamericanas— se instauraron verdaderas cruzadas anticomunistas que legitimaron torturas, detenciones y asesinatos.
Los inmigrantes, por su parte, fueron rápidamente asociados con la amenaza comunista. Eran vistos con temor y sospecha, como posibles terroristas o agitadores laborales. Un ejemplo temprano de esta violencia fue el llamado “verano rojo” de 1919, cuando decenas de trabajadores y miembros de la población negra fueron asesinados en medio de una ola de represión racial y anticomunista alimentada por la histeria mediática y la acción estatal.
Esta narrativa del “enemigo interno”, « el miedo rojo », profundamente enraizada en el imaginario político estadounidense desde 1919, no desapareció con el fin de la Guerra Fría. Por el contrario, ha sido reciclada una y otra vez para justificar intervenciones militares, operaciones encubiertas y políticas represivas bajo la excusa de contener una amenaza ideológica. En Estados Unidos, esta lógica tomó forma institucional con el Comité de Actividades Antiestadounidenses (HUAC a partir de 1938), símbolo de una persecución interna que no solo apuntaba a militantes comunistas y de izquierda, sino también a artistas, académicos o activistas progresistas.
Incluso en 2016, figuras como Newt Gingrich propusieron revivir estos mecanismos de persecución, reafirmando la vigencia de una doctrina que convierte la disidencia en un problema de seguridad nacional. En este contexto, los inmigrantes —lejos de ser reconocidos como refugiados de guerras y pobreza estructural— siguen siendo objeto de estigmatización y criminalización, tal como señala un análisis reciente publicado en In These Times: « How the Red Scare Shaped the Artificial Distinction Between Migrants and Refugees »


b) El rol de la Iglesia y la politica en la movilizacion anticomunista
Sectores influyentes de la Iglesia Católica , como los evangelistas estadounidense —preocupados por la expansión comunista en Europa Central— jugaron un papel clave durante la Guerra Fría.
« La Iglesia católica combatió de forma enérgica los movimientos socialista, comunista y nihilista considerando que se trataba de graves errores de la vida moderna. Así lo hicieron los papas Pío IX y León XIII, en el siglo XIX, y Pío XI en el XX. Este último definió la postura de la Iglesia sobre el comunismo ateo en su encíclica Divini redemptoris del 19 de marzo de 1937″. Cristianismo sí, comunismo no! anticomunismo eclesiástico en México, María Martha Pacheco [4]
Posteriormente, el auge de los movimientos evangélicos sionistas en EE.UU. radicalizó esta agenda. Estos grupos combinaron fervor religioso con una defensa intensa del statu quo capitalista, identificando el comunismo como una amenaza apocalíptica y moral.
Figuras como el senador Joseph McCarthy [5] fueron exponentes clave de esta retórica, que persiste hasta hoy: políticos actuales siguen utilizando el anticomunismo para desviar críticas, desacreditar demandas sociales y mantener el orden vigente
“La palabra ‘comunista’ […] puede tener un poder emocional enorme como herramienta retórica, incluso ahora. Es aún más potente como un término peyorativo —aunque frecuentemente inexacto, incluso peligroso— en medio del destello contemporáneo de las redes sociales y la desinformación.” [6]
2. Bienestar individual: la anestesia emocional
El culto al bienestar promueve el autocuidado, el desarrollo personal y la felicidad subjetiva como fines últimos. Esto desplaza la mirada de lo colectivo hacia lo personal.
Un ejemplo claro se encuentra en el libro Yoga: exploración de uno mismo al servicio del capitalismo de Zineb Fahsi, que muestra cómo una práctica espiritual ha sido cooptada por el sistema capitalista. En vez de fomentar transformación social, el yoga se convierte en una herramienta de rendimiento individual.
“El paroxismo de esta despolitización es claramente la introducción de prácticas provenientes del movimiento New Age en las empresas. En estos casos específicos, dichas prácticas son claramente instrumentadas para renovar la energía de los empleados, como si fueran baterías eternamente recargables.” — Zineb Fahsi [7]
Esta tendencia se refleja en múltiples ámbitos sociales. Un ejemplo entre tantos que evidencian el modelo de gobernanza, en el sector de las telecomunicaciones en Francia, donde se han producido suicidios laborales, las respuestas institucionales suelen enfocarse en la gestión emocional individual de los trabajadores, mientras que las causas estructurales —como la precariedad y la presión laboral— quedan invisibilizadas.

Fuente : www.souffrance-et-travail.com
En definitiva, la exaltación del bienestar personal actúa como una anestesia emocional que enmascara las causas estructurales de los problemas de salud mental. Se promueve una visión individualista que reduce la conciencia crítica y despolitiza a unas masas que, dominadas por el miedo, prefieren hacer como el avestruz: esconder la cabeza y repetir que “todo va bien”, aferrándose a una ilusión de armonía emocional.
3. Religión emocional: fe sin conflicto
a) Evangélicos y anticomunismo
En su cruzada anticomunista, EE.UU. promovió la expansión de sectas evangélicas, especialmente en América Latina, como parte de un proyecto político y cultural ligado al neoliberalismo. La investigación Transnacionales de la fe de Distintas Latitudes muestra cómo estos grupos contaron con el respaldo de la Casa Blanca para impulsar una agenda conservadora en la región [8].
b) Religión y despolitización: el adoctrinamiento como herramienta de control
Muchas corrientes religiosas actuales reproducen su histórica función como instrumento de dominación, ahora absorbidas por lógicas neoliberales que convierten la fe en un consumo emocional desvinculado del conflicto social. La religión funciona así como consuelo que ayuda a aceptar la desigualdad sin cuestionarla. El filósofo Enrique Dussel analiza esta estrategia como parte de una “guerra santa” que busca insertar a las poblaciones en la sociedad capitalista:
“Se propone que el hombre deje sus costumbres ancestrales y se proponga trabajar y entrar en la sociedad consumista capitalista burguesa” [9]

Fuente : latinta.com.ar/2020/11/24/evangelicos-amazonia-indigenas/
El libro Thy Will Be Done: The Conquest of the Amazon de Colby y Dennett muestra cómo Nelson Rockefeller utilizó la evangelización como herramienta para expandir intereses económicos en la Amazonía [10]. Los autores revelan cómo las misiones religiosas, en alianza con intereses corporativos y políticos, facilitaron la explotación de los recursos naturales de la región, a la vez que promovieron dinámicas para fragmentar y despolitizar la sociedad, limitando severamente las formas genuinas de organización y lucha social.
En Chile, un caso paradigmático es el de una mujer que dona todos sus bienes a una iglesia brasileña como “sacrificio” para obtener un milagro. En EE.UU., los televangelistas construyen imperios mediáticos prometiendo bendiciones a cambio de donaciones millonarias. Este tipo de fe moviliza emocionalmente, pero desactiva cualquier conciencia crítica y neutraliza toda forma de resistencia organizada.[11].
En EE.UU., los televangelistas han construido imperios mediáticos explotando la fe de sectores pobres. Según la BBC, prometen bendiciones a cambio de donaciones millonarias, mientras llevan un estilo de vida opulento.

c) Conservadurismo, despolitización y adoctrinamiento: la fe que neutraliza la protesta
Tanto Melinda Cooper [12] como William Connolly [13]] analizan cómo la alianza entre religión y neoliberalismo actúa como un mecanismo de control social que despolitiza y neutraliza la protesta. Cooper muestra cómo se instrumentaliza la familia para reforzar el orden jerárquico; Connolly revela cómo la riqueza se interpreta como bendición divina.
En Family Values, Cooper argumenta que el neoliberalismo no se limitó a desregular los mercados, sino que se alió con fuerzas religiosas conservadoras para reinstalar la familia heterosexual, patriarcal y moralista como núcleo de estabilidad social y económica. La desinversión del Estado en servicios sociales fue compensada por un llamado al retorno de “valores familiares”: la madre cuidadora, el padre proveedor, la obediencia religiosa, y la subordinación de la vida íntima a una moral normativa. En lugar de redistribuir la riqueza, se reforzó la disciplina a través del modelo de familia tradicional.

Así, la religión no solo falla en ofrecer resistencia, sino que se transforma en un instrumento de obediencia, individualismo y consumo espiritual, consolidando un nuevo conservadurismo que refuerza desigualdades de género, clase y raza en nombre de la estabilidad.
Conclusion Parte 1 y 2
Hacia la construcción de una contra-hegemonía: el poder de lo colectivo
En el análisis de las dinámicas sociales contemporáneas, es crucial reconocer que la lucha de clases sigue siendo el motor que estructura las relaciones de poder, no solo en el ámbito económico, sino también en los culturales y políticos. El anticomunismo actúa como un dispositivo central para deslegitimar proyectos de cambio radical, reforzado por discursos mediáticos y académicos que naturalizan el orden capitalista y criminalizan la resistencia.
Las élites, representadas por figuras como Macron, Trump o Milei, buscan imponer un sistema que normaliza la desigualdad y fomenta la división. Este entramado se sostiene mediante una narrativa que invisibiliza y fragmenta la lucha de clases, utilizando el anticomunismo como herramienta ideológica para legitimar su hegemonía.
« Este anticomunismo demodé en pleno siglo XXI no es tan risible como a priori podríamos pensar. Tiene detrás una larga historia de defensa del orden conservador y es una más de las olas de anticomunismo que han asolado y azotado a este país durante más de un siglo. Sobre todo, el mecanismo que agita sigue siendo tan peligroso como hace cien años. Por muy trasnochado que parezca, entender cómo funciona ese mecanismo es un desafío político de primer orden.l »[14].
Religión y bienestar: armas políticas para la despolitización
Paralelamente, la religión divisoria y el culto al bienestar individual funcionan como dispositivos ideológicos clave para desactivar la acción política. Estas prácticas canalizan el malestar hacia soluciones íntimas y terapéuticas, reforzando la autorresponsabilización, legitimando la desigualdad y despolitizando a las mayorías al desviar la atención de las condiciones materiales de explotación. En el contexto imperialista, la religión opera también como mecanismo de división social; por ejemplo, la islamofobia resurge como herramienta de exclusión y miedo, mientras que el conservadurismo cristiano promueve valores tradicionales que apuntalan el statu quo y neutralizan cualquier forma de protesta social o política.
La resistencia colectiva como camino hacia la transformación social
Este eje ideológico internaliza la dominación y divide a la sociedad, bloqueando fuerzas de transformación. Sin embargo, reconocer estas dinámicas abre la puerta a la resistencia y al cambio. Como dijo Thomas Sankara, la liberación de los explotados depende de su propia lucha. La clave para vencer al capitalismo está en la acción colectiva y en construir una contra-hegemonía capaz de desmontar sus relatos dominantes.
Fred Hampton destacó que el capitalismo nos divide, utilizando esa división como arma de control y despolitización. Solo a través de la organización popular, la unidad en la diversidad y la creación de nuevas narrativas emancipadoras será posible avanzar hacia un cambio radical.
El legado de figuras como Berta Cáceres, Thomas Sankara y Fred Hampton, asesinados por el sistema, nos recuerda que la lucha colectiva deja huellas imborrables de esperanza. Su ejemplo es un llamado a sostener la resistencia, enfrentar los dispositivos de división del capitalismo con unidad y determinación, y apostar por la fuerza de lo común.
En tiempos de división y manipulación, la fuerza de lo colectivo y la organización popular emergen como la verdadera respuesta para transformar nuestras sociedades y construir un futuro solidario y justo para todos.
[1] Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, Herder, 2012, p. 25.[1]
[2] Wendy Brown. En las ruinas del neoliberalismo.El ascenso de las políticas antidemocráticas en Occidente. Traficante de sueños ,2021
[3] Rafael Romero.¿Escuela de las Américas o Escuela de Violadores de
Derechos Humanos?. ECA, Estudios Centroaméricanos. Volumen 69 Numéro 739
[4]María Martha Pacheco. Cristianismo sí, comunismo no. Anticomunismo eclesiástico en México. moderna.historicas.unam.mx/index.php/ehm/article/view/3069/68797
[5] C’était demain : “Is This Tomorrow? America Under Communism”. www.cultureamericaine.hypotheses.org/211
[6] Trump llama “comunistas” a sus adversarios, un término cargado de historia en EEUU. apnews.com/article/eeuu-trump-comunismo-4585188f020e218a73a5f4a343aae744
[7] Zineb Fahsi. « Yoga: L’exploration de soi au service du capitalisme ». www.agirparlaculture.be/yoga-lexploration-de-soi-au-service-du-capitalisme/
[8] Trasnacionales de la fe: así se impulsó la expansión evangélica fundamentalista en América Latina distintaslatitudes.net/oportunidades/evangelicos-america-latina
[9] Entrevista a Enrique Dussel / Grupos evangélicos son la nueva arma de EEUU para los golpes en Latinoamérica. www.aporrea.org/internacionales/n349023.html. 16 de noviembre de 2019
[10] Gerard Colby , Charlotte Dennett . Thy Will Be Done: The Conquest of the Amazon: Nelson Rockefeller and Evangelism in the Age of Oil.New York: HarperCollins, 1995.
[11] Los secretos de la millonaria iglesia brasileña que vende milagros en Chile. Rodrigo Soberanes. Ciperchile.cl. Diciembre 11, 2015.
[12] Melinda Cooper. Family Values. Between Neoliberalism and the New Social Conservatism,Cambridge (EEUU), Zone Books, 2017
[13] William Connolly, Capitalism and Christianity, American Style. www.dukeupress.edu/capitalism-and-christianity-american-style.2008
[14] El fantasma rojo que acecha a Milei. Ernesto Bohoslavsky , Mariana Franco. revistaanfibia.com/el-fantasma-rojo-que-acecha-a-milei/
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